¡¡Vaya pregunta!! ¿Qué va a ser el suelo? Pues lo que tenemos bajo nuestros pies.
Empezar por ahí es reconocer que precisamos ya de algún tipo de suelo sobre el que movernos, desplazarnos y sobre el que vivir. Y quizás si seguimos reflexionando llegaríamos a la conclusión de que no sólo vivimos sobre un suelo sino también de él, al menos los seres humanos.
Y cómo no, el refranero español nos recuerda lo importante que puede ser reflexionar, pensar las cosas, no fantasear demasiado etc.. a través de este dicho popular:
«Tener los pies sobre el suelo»
No sé si estoy muy de acuerdo con su significado, inmersa como estoy ahora en este proyecto de promoción del Autoempleo Sostenible.., pero bueno, sigamos con la historia del suelo que es el protagonista de hoy.
A lo largo de la historia, ¿os preguntáis si el concepto de «suelo» ha evolucionado?
Ciertamente, lo que entendemos hoy por suelo ha sido resultado de la suma de conocimientos que se han ido adquiriendo a lo largo de los años.
Una de las definiciones de suelo, relativamente recientes y que me parece interesante, dice así:
«El suelo es la parte más superficial de la corteza terrestre, con un espesor que varía de unos pocos centímetros a dos a tres metros, en donde los reinos vegetal y animal establecen una relación íntima con el reino mineral. Los vegetales toman del suelo agua y nutrientes y los animales elaboran su propia materia a costa de los vegetales. Los residuos de animales y vegetales vuelven al suelo, en donde la materia orgánica se descompone por la acción de microorganismos para dar de nuevo los productos originales» (El suelo y los fertilizantes, Fuentes Yagüe, 1994, pág.9)
Desde luego de esta definición podemos sacar, al menos, una conclusión clara: el suelo es un sistema y como tal, complejo.
¿Y cómo empezó todo?
Parece ser que la primera clasificación que se hizo del suelo data del año 160 a.C. y su autor, Catón, lo definía como las tierras propicias para los viñedos, huerto y trigo..
Más adelante en el año 45 d.C., Columella, el escritor más importante sobre agricultura del imperio romano, hacía una clasificación de las tierras como ricas, pobres, fuertes y esponjosas.
¡¡Qué curioso amigos, porque cuando yo describo en los cursos cómo debería ser la textura de un suelo, empleo la metáfora de la magdalena casera!!! ¿Os imagináis por qué?
Pero sigamos con la historia.
En el siglo XII Ibn-al-Awan, agrónomo andalusí de la época almohade, clasificaba los suelos por el color, el sabor y el olor y evaluaba la fertilidad mediante la observación del vigor de la vegetación.
Los hortelanos nos fijamos en el vigor de nuestras hortalizas creciendo en el huerto para intuir si tendremos o no buena cosecha, ¿no es cierto?
En el siglo XVIII Walerius, doctorado en medicina y titular de una de las primeras cátedras de química, considerado el fundador de la química agrícola, analizó las plantas y las comparó con el análisis químico de los suelos en que crecían, llegando a la conclusión de que el humus era una fuente nutritiva que combinado con la fracción mineral favorecía el desarrollo de los vegetales.
En el siglo XIX, los científicos alemanes Herman Hellriegel y Herman Wilfarth y el francés J.B. Boussingaut, comprueban la fijación del nitrógeno por las bacterias, observando los nódulos que se formaban en las raíces de las leguminosas.
Estaba claro que uno de los factores importantes, hasta el momento, para la agricultura era el suelo, como decía Liger, (1658-1711) autor de un tratado de agricultura titulado «Economie générale de la campagne ou Nouvelle maison rustique»
«El principal fundamento de la agricultura es indudablemente, conocer la naturaleza de la tierra que queremos cultivar para no negarle ninguno de los cuidados que le son necesarios para ponerla en situación de darnos trigo. Si no perdemos nuestro tiempo y nuestro esfuerzo».
Es a primeros del siglo XX cuando Dumont nos propone una clasificación del suelo basándose en los nuevos métodos de análisis físico que ya le permitían evaluar la proporción de los elementos del suelo (arena, limo y arcilla), pero ¡¡¡qué pena!! fracasó, pues consideró el suelo un medio poco complejo.
¿Quiénes fueron los precursores de la edafología moderna, ciencia que estudia el suelo, su origen, composición y evolución? Los rusos, a través de su escuela de geografía, fueron quienes se tomaron en serio esta importante disciplina que pronto adquirió la importancia que se merece impulsada por las escuelas americana y francesa.
La Edafología nos ofrece una nueva visión del suelo en la que por supuesto ya no es considerado como algo sencillo, como una simple capa inerte y laborable de unos 30 cm. aproximadamente para pasar a ser considerado «un medio especial», muy complejo que está en constante evolución y que nace, se desarrolla y muere. Y esto no es sólo una reflexión filosófica, sino que está demostrado científicamente y que además podemos observarlo con nuestros propios ojos.
Y entre estas dos imágenes que os propongo, ¿en cuál de ellas se entiende mejor la complejidad del suelo y su característica vital como ser vivo?
Queda mucho por hablar sobre el suelo, entre otras cosas quién vive en él, pero lo dejaremos para otra entrada que espero no os perdáis pues os presentaré a algunos de los habitantes más interesantes de un suelo.
Y tras lo dicho, si consideramos el suelo un elemento vivo, llega la hora de hacernos las preguntas: ¿cómo pensáis que podemos potenciar su vida y frenar su muerte?
Cuánto aprendo Trinidad, y lo llevo a aula con mis alumnos semeario un camino nuevo, me emociona y me siento muy feliz gracias por enseñarnos sos una gran persona
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¡Abrazos silvestres!
Me encanta esta entrada, sobre todo pensando en todo lo que he ido aprendiendo desde que una gran ciudad quedó atrás. No vivo de, pero si en su entorno rural y me apasiona aprender y sumar conocimientos sobre toda la naturaleza que me rodea!
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Hola hola Trini, tus palabras me parecen sabiduría en acción, y me recuerda aquello de que no hay más ciego que el que no quiere ver.
Por ello nuestros grandes abuelos conocían, respetaban, cuidaban y veneraban a toda nuestra Madre Tierra, con sus sueños, al ver qué plantas crecían, sabían el tipo de suelo que era y si podían o no cultivar ahi. Sus aguas, el aire y cada ser vivo que ahí habitaba, sin contaminar ni sobreexplotar. Solo en armonía con ella.
Bendiciones ?
¡Miles de gracias por tu bella aportación!
Así es la generación de nuestros abuelos atesora una gran sabiduría.
¡Gracias por recordárnola!
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¡Abrazos silvestes!