El tomate (Lycopersicum sculentum Mill.), llamado por los aztecas «xitomatl», que quiere decir fruto con ombligo, en su expansión por el norte y este de Europa fue considerado durante casi más de un siglo una planta ornamental, cuando ya era conocida como fruto comestible por el área mediterránea desde su introducción por los exploradores españoles del Nuevo Mundo en el s. XVI.
De riquísimo valor nutricional (contiene vitaminas A, C, licopenos y minerales como el potasio) y gastronómico, como nos sugiere el refrán «A todo le sienta bien el tomate, menos a las gachas y al chocolate», de él contamos con más de 10.000 tipos diferentes obtenidos por agricultores de todo el mundo.
Este fruto ha sido y sigue siendo empleado para desinflamar, curar y cicatrizar heridas. Para tal menester se elabora una cataplasma machacando el fruto maduro, aplicándolo directamente sobre la piel, y como decía mi abuela, «lo que pica cura». Para los mismos fines se pueden emplear las cataplasmas de sus hojas, las cuales antiguamente se fumaban y se tomaban en infusión para aliviar las inflamaciones de riñón.
Cuenta mi padre que, de pequeños, su madre les daba a comer tomates espolvoreados de azufre para eliminar las lombrices intestinales:
«Costaba de comer aquel tomate lleno de azufre, pero al día siguiente te quedabas como nuevo».
Para evitar el mal olor de los pies, podemos realizar un pediluvio o baño de pies con unos dos litros de agua tibia, mezclados con medio litro de zumo de tomate, durante aproximadamente 20 minutos.
La piel de nuestro cutis también puede agradecer ser cuidada con el jugo del tomate, especialmente en el caso de pieles mixtas, con acné o impurezas, para lo que podemos elaborar una mascarilla mezclando el zumo de un par de tomates con arcilla verde hasta elaborar una pasta que aplicaremos suavemente sobre nuestra piel, dejándola actuar unos 20 minutos y retirándola a continuación con un poco de agua tibia.
Su alto contenido en agua, del 95%, lo hace idóneo para calmar la sed del verano, así como para calmar las quemaduras de la piel causadas por un exceso de exposición al sol.
En el Perú, de donde se considera originaria la planta, se han usado tradicionalmente los frutos verdes y maduros como callicidas y también en gargarismos, para tratar los dolores de garganta y la amigdalitis.
Para los amantes no sólo de su sabor y frescor sino también del aroma de sus hojas, podemos elaborar una refrescante colonia con los siguientes ingredientes:
- 4 cucharadas de hojas de tomate frescas y troceadas
- 1 cucharada de corteza de limón
- 1 cucharadita de hojas de albahaca fresca
- 1 taza de vodka
- 1 cucharadita de glicerina
Y una sencilla elaboración:
Ponemos a macerar las hojas de tomate, la corteza de limón y las hojas de albahaca fresca en el vodka y la glicerina durante al menos 2 semanas, en un lugar oscuro. Pasado ese tiempo colamos la mezcla y ya tenemos una original colonia para el verano.
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