¡Qué sería de la Etnobotánica, esta ciencia amable que nos conecta con los usos de las plantas, sin su sabiduría, sin la sabiduría de nuestros mayores! Ellos son los verdaderos protagonistas, los que inspiran cada una de las palabras que escribo en este blog sobre plantas, usos medicinales, tradicionales, culinarios etc.
Lo reconozco, siento especial debilidad por las personas mayores, me encanta viajar por los pueblos y charlar con ellos para impregnarme de su sabiduría, su memoria no escrita. Si todavía tuviera a mis abuelos y abuelas conmigo, me deleitaría con sus historias y me hincharía a hacerles cientos de preguntas.
A mi abuelo paterno no tuve la fortuna de conocerlo, pero lo que me cuentan de él es que era buena persona, que tenía un gran corazón, serio y de porte, grande, alto, fuerte, se llamaba Emilio, nacido en Pozohondo, un pequeño pueblo de la provincia de Albacete. Mi abuela paterna, ay mi abuela, todos la llamábamos «la abuela Linda», cosa curiosa pues su nombre correcto era Ángela y tenía una perra que se llamaba Linda, bueno no sabemos quién copió el nombre de quién. A su manera nos quería, gastaba genio la abuela, nos daba un duro cuando la visitábamos los domingos y tengo el vago recuerdo de haberme ido de «parranda» con ella, en uno de esos viajes en autobús que hacían los abuelos a Benidorm, era el alma de la fiesta la abuela, le encantaba bailar y cantar, fuera como fuera que le saliera el cante, pero lo que más recordamos todos de «la abuela Linda» era su genio, mucho, mucho genio se gastaba la abuela Linda, no debió de ser fácil criar a 5 hijos y vivir la pérdida de un hija. Mi padre me cuenta que hambre, lo que se dice hambre no pasaron, pero tampoco tenían lujos. Nuestra primera visita a su pueblo cuando mi hermano y yo éramos pequeños me recuerda el miedo que me daba ir al patio a hacer mis necesidades, aún no había WC, vigilada por la mirada curiosa de un caballo blanco que tenían en el corral y dormir en una cama cuyo colchón te engullía irremediablemente y del que era difícil salir, luego me contaron que estaba hecho de «pellolfa», restos de mata de maíz. ¡Era extraño a la par que divertido dormir ahí!
Mis abuelos maternos pude disfrutarlos a los dos. Mi abuelo, Pepe, o Josenet como le llamaban los amigos, le gustaba beber anís Paloma con agua fresquita, fue ferroviario, trabajó en el campo, en la lonja, nunca faltaba comida en casa y mi abuela siempre cocinaba para ellos y para los vecinos que tenían muchos chiquillos y poca comida y ella con su gran corazón nunca pudo tener cerca a nadie con hambre. En su pequeña cocina, empecé yo a hacer mis primeros potingues, en casa de mi abuela Fina se podía hacer de todo. De mi abuelo Pepe, tengo el entrañable recuerdo de sus juegos con los niños del patio comunal, eran casas pequeñas y todas daban como a una especie de calle-patio interior y cuando la chiquillería veía a mi abuelo sentado a la puerta de su casa, allá que corrían a que el abuelo les diera la mano, bueno más bien se la apretujara pues ganaba el que conseguía aguantar más rato la fuerza del apretón de manos de mi abuelo, cosas de críos y de yayos, claro.
Mi abuela Fina era increíble, no había semilla que no le germinara, la terraza de su primera casa en Alicante, me cuenta mi madre que la tenía llena de tiestos, alguna gallina que otra y hasta pavos llegó a criar mi abuela en su terraza, que doy por seguro que estaban bien criados y con respecto a sus dotes como jardinera, digamos que mi abuela tenía «mano verde», a mi me sigue encantando echar semillas a voleo por mi jardín para ver si germinan creo que algo de esa mano verde se ha quedado conmigo.
¡Cuántas historias nos contaban mis abuelos! ¡Qué momentos tan duros vivieron!. Una guerra, la muerte de dos hijas pequeñas en pocos días. Tantas veces como mi abuela nos contaba esa historia, tantas veces que nos quedábamos encandilados, en silencio escuchándola. Trini y Fina, fueron sus niñas, mi madre me cuenta que Trini era muy pizpireta, que le encantaba bailar y cantar…¡qué magia tiene la vida que al nacer yo me regalaron su nombre! y aquí me veis con gustos muy parecidos a los de ella. Me encanta bailar, cantar, tanto que tengo claro que cuando vuelva a nacer, si es posible, me pido ser artista, pero de las de antes, de las que cantaban, bailaban y actuaban, aunque en mi adolescencia ya hice yo mis pinitos como actriz.
Los abuelos, mis abuelos… su sabiduría está ahí en sus experiencias, en sus vivencias, en sus corazones. No puedo evitar enternecerme con ellos y cuando estoy rodeada de niños, en alguna de las actividades que desarrollo con ellos siempre les pido que les pregunten a sus abuelos, que seguro que saben más que yo sobre el alcohol de romero, sobre las malvas, los espliegos, las lavandas y conmigo viene a los coles siempre mi burro de esparto «Amapolo», hecho como no, por un abuelo de Benexama, Pepe, el espartero.
Los abuelos, se merecen un ratito de nuestro acelerado tiempo para escucharles, para aprender de ellos. Ahora mis padres, son los nuevos yayos de la familia y ahí estamos, ellos sosteniendo su historia y nosotros a su lado.
Este es mi humilde homenaje a los mayores. Su historia de vida en nuestra historia.
Y vuestros yayos o abuelos, ¿cuál es su historia?
Gracias Trini que bonito homenaje. Me has hecho recordar mucho a mis abuelas, tambien grandes guerreras de la vida. La abuela Tona trabajó el campo, 5 hijos y un marido pendejo, al que acabo echando de casa, porque se la jugó, a ella, a las cartas. Muy a menudo comía hierbas silvestres, andaba de mercado en mercado a pie vendiendo lo poco que el campo le daba, y nunca fue a un supermercado, 103 años estuvo con nosotros, sin enfermedad conocida ?. La otra, mi yaya Cele, 5 hijos y otro marido al que también hechó de su casa, siempre cantando y bailando, gran cocinera, no había nadie que tuviera la galería y el balcón mas bonito que ella, todo lo plantaba, todo florecia ?. De ellas me llevo la pasión por la tierra, las plantas y la cocina. Siempre las tengo muy presentes conmigo. Gracias Abuelas.
¡Gracias Esther por contarnos un trocito de tus abuelas que tanto hay ahora en tí!
¡Abrazos silvestres!
Gracias por compartir algo tan íntimo y precioso Trini!! No he podido evitar sonreír al leer lo de la «abuela linda». He recordado a mi «abuela pequeñita», andaluza con residencia en un pueblo de Alicante. De su boca salían sorprendentes refranes, y aun con 87 años se levantaba a las 6 de la mañana en verano para encalar el patio. El último año de su vida sólo quería orinar en el campo, la familia decía que había perdido la cabeza, pero yo lo entendía como un acto de dignidad.
Los abuelos siempre:)
¡Miles de gracias Tatiana por aportar tu trocito de vida! ¡Maravillosos siempre nuetros abuelos!
Estimada y querida Mentora por favor miles de abrazos y besos a esos hermosos padres que tienes les llevo en mi corazón y a toda la familia por favor me hiciste recordar a mis abuelos a quienes ame sobre todo a los que no nos abandonaron cuando quedamos huérfanos a los maternos y el tipo de abuela que quiero ser, amada querida que apapacha, cuida, tolera, impulsa y ama a sus nietos son tres ya y cada uno tiene su encanto me fascina que me abracen que me lloren cuando nos despedimos que me corran a abrazar, que se sientan celosos porque cada uno de ellos son mis dueños, porque los disfruto cada dia y momento que los tengo a mi lado y le pido a Dios que guie su camino y que me permita llevarlos a Europa cuando cumpa mi nena sus 15 años que le faltan 11
Elizabeth Valenzuela, servidora y amiga
¡Gracias miles Elizabeth por tu bella aportación! Y nosotros también te recordamos con mucha alegría y amor. Cuando les doy a mis padres abrazos de tu parte, mi madre siempre me dice, ¡¡Elizahebth la mejicana que tanto siempre estaba riéndose!!
Es muy fácil quererte, así es que es normal que tus nietos e hijos y hojas te adoren.
¡Cuídate mucho y será maravilloso volver a verte!
Gracias, por la generosidad de compartirlo con el mundo, me ha emocionado profundamente, eres una gran hija y nieta, que honra a sus mayores, eso te honra a ti. Abrazos preciosa Trini.
¡Gracias a ti Lina por emocionarte conmigo!
¡Abrazos!